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Foto: C.L. El Periódico de Aragón. |
El que se aventura a nadar por sus aguas, nunca regresa. O al menos eso cuenta la leyenda, muy extendida entre los zaragozanos, del pozo de San Lázaro, situado entre la primera y la segunda arcada del Puente de Piedra de Zaragoza, en la margen izquierda. Se trata de una sima de alrededor de 15 metros de profundidad en el cauce del Ebro, cuya historia está plagada de sucesos trágicos que incluyen decenas de muertes. Sin duda, las más recordadas son las diez víctimas del autobús con 52 pasajeros que perdió el control y cayó desde el puente al río el 19 de diciembre de 1971. Esta madrugada se cumplirán 40 años del accidente.
Perecieron nueve viajeros (cinco de ellas niños de entre 9 meses y 13 años) y el chófer del vehículo siniestrado. Dada la fuerte corriente con la que bajaba el Ebro aquellos días, solo pudo rescatarse el cuerpo sin vida del conductor. Las demás víctimas nunca fueron encontradas.
El autobús de emigrantes, la mayoría españoles que trabajaban en Suiza y que volvían a España para pasar la Navidad en familia, cayó en una zona del lecho del río de no mucha profundidad, cerca del pozo de San Lázaro. El autocar se llevó en su caída varios metros de la valla del Puente de Piedra. Así, el costado derecho del vehículo, que hacía el recorrido entre Barcelona y Badajoz, quedó flotando en diagonal en dirección a la corriente.
OPERACIÓN DE RESCATE
Apenas medio metro sobresalía del agua, pero fue suficiente para que los supervivientes pudieran agarrarse o quedarse encima, a la espera de ser rescatados. Salieron del autobús como pudieron: por las ventanillas o por las salidas de emergencia previstas. El agua, según recuerdan las crónicas de esos días, estaba helada.
El rescate duró unas dos horas, hasta que se sacaron del Ebro a los 42 supervivientes, la mayoría con heridas leves, gracias a la colaboración de bomberos, miembros del regimiento de Pontoneros, sanitarios y el inestimable apoyo de miles de zaragozanos que, tras enterarse del suceso, se acercaron a echar una mano.
Con solo dos lanchas disponibles, los bomberos fueron rescatando a todos los pasajeros que estaban de pie sobre el autocar. La corriente era tan fuerte que, al llegar a la orilla, tenían que pedir la ayuda de sus compañeros y los ciudadanos, para que tiraran de la cuerda para acercar la lancha. Decían que había que evitar que el autobús cayera al pozo de San Lázaro: se sumergiría y el número de muertos sería mayor.
Los testigos recuerdan que el puente estuvo tan lleno de zaragozanos que los servicios de seguridad temieron por la estabilidad de la arquitectura. Fue un auténtico drama para la ciudad.
HASTA LAS TRES
Eran más de las tres de la madrugada cuando se concluyó el rescate. La típica niebla zaragozana había dificultado todavía más la labor de los bomberos y aumentado la sensación de frío. Los supervivientes salieron del agua congelados, pero la mayoría, pasaron la noche en el hospital y luego fueron dados de alta. Pasado el drama más fuerte, quedaba recuperar el autobús, que permanecía flotando.
Un día después, aún con más expectación ciudadana, los bomberos instalaron en el puente una grúa de grandes dimensiones para sacarlo con una sirga. El objetivo: llevarlo a la margen izquierda. La operación fue un rotundo fracaso y se desconoce con exactitud por qué se partió la sirga que lo sacaba. Se hundió en el pozo de San Lázaro sin dejar rastro.
La fosa se tragó el bus y la leyenda se reavivó con más fuerza que nunca. Acostumbrados a escuchar cada pocos años que alguien había desaparecido nadando en sus aguas, muchos creyeron que los desaparecidos habían sido succionados por el pozo.
La creación del pozo se debe a causas "completamente artificiales", según el catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, Manuel Martín Bueno, que analizó con su equipo algunas piedras del pozo en una expedición hecha en 1975. "Estoy convencido de que este pozo se utilizó para extraer algo de piedra para la construcción del puente en época romana". Su calidad no era muy buena, así que trajeron de otros lugares, "pero de allí sacaron una parte", argumenta.
Se desconoce cuándo comenzaron las extracciones y cuando se construyó el puente pero Martín Bueno lo data "en el cambio de era" y "no más tarde del año 25 después de Cristo". "Parece que se construyó en época de estiaje y en dos partes, desviando el río para un lado y luego al otro, con lo que la idea de que el pozo fue una cantera de extracción de piedra es la más lógica", explica.
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