miércoles, 12 de marzo de 2008

Los bomberos llevan diecisiete años en una sede provisional en Casetas

El Periódico de Aragón. 11/03/08

El parque se sitúa en los bajos de un edificio de viviendas sin señalización adecuada.
N. ASÍN. ZaragozaUna casa con una cochera que sirve de gimnasio, almacén y garaje. Así es el parque de bomberos número 4 de Zaragoza, situado en pleno casco urbano de Casetas, en los bajos -alquilados- de un bloque de viviendas. Abrió sus puertas el 8 de marzo de 1991 como algo provisional, a la espera de encontrar un emplazamiento más adecuado que sigue sin llegar 17 años después. Mientras, los bomberos trabajan en unas instalaciones precarias, cuya última reforma ha tenido como objetivo la cocina para dotarle de una salida de humos que da al cuarto de baño y a las duchas. Estas a su vez están construidas en un patio interior, donde la temperatura es la misma que la de la calle porque están conectadas con el exterior. En este parque trabajan seis bomberos y un auxiliar de comunicaciones en cada uno de los dos turnos. Da servicio a los barrios de Casetas, Garrapinillos, Monzalbarba y Alfocea; y a los municipios de Utebo, Torres de Berrellén, Sobradiel; y a la carretera de Logroño, la A-68, la AP-68 y a polígonos industriales. Su principal problema son las salidas. Una señal vertical es la única indicación de que allí existe un parque de bomberos. Ninguna pintada en el suelo que avise de una salida de emergencias, y la única que hay en la pared tiene algunas letras borradas. Por eso, es habitual que los ciudadanos aparquen sus coches en la puerta sin percatarse de que es una salida de emergencias o que pasen los peatones sin ninguna precaución. Los vehículos aparcados, incluso, han impedido en ocasiones que los bomberos pudieran llegar a algún servicio. Una vez superado este obstáculo, deben vencer otro: llegar a la carretera o a la autovía de Logroño. La calle de salida es dirección prohibida y deben dar un gran rodeo para acceder a una de estas vías principales. Eso, si no hay algún turismo aparcado en doble fila en alguna de las vías. Además, no hay instalada ninguna cámara que permita controlar el cierre de los portones. Desde el centro de comunicaciones (una pequeña sala con una ventana que da al gimnasio, un teléfono, un ordenador y la emisora) no se ve la entrada y el funcionario que acciona las puertas no puede comprobar si ha accedido alguien en las instalaciones o está en la entrada. Pero hay más. Este parque no presta servicio nocturno porque no cumple las condiciones necesarias. No hay zona de descanso, ni unas duchas y taquillas adecuadas para cambiarse. De hecho, los funcionarios antes de entrar al turno correspondiente deben pasar por el parque de bomberos número 1, en Valle de Broto, y cambiarse. Después van a Casetas. La operación se repite cuando se acaba el turno. Y en el relevo, quedan aproximadamente dos horas, a mediodía, en las que el parque queda casi vacío. De 13.00 a 15.00.
Sin extracción de humos La desidia municipal continúa. En el mes de mayo, el Servicio de Prevención y Salud del Ayuntamiento de Zaragoza efectuó una revisión de la evaluación inicial de riesgos del parque y constató numerosas deficiencias. Los bomberos que trabajan allí desconocen si existe un boletín de instalación eléctrica en el parque. El gimnasio está instalado en la cochera donde se guardan los vehículos, sin estar aislado suficientemente de los humos. De hecho, no existe extracción de humos de los vehículos. Estos, además, acumulan una antigüedad de cerca de 20 años. Uno de ellos ni siquiera tiene un espacio seguro para guardar los bidones combustibles y los equipos de los funcionarios están sueltos, lo que puede ser un arma letal en caso de vuelco. El extintor se encuentra atado con un cinturón. Además, no disponen de escaleras y, si las necesitan, deben pedir los efectivos a otros parques de bomberos de Zaragoza. La distribución de este peculiar parque de bomberos es similar a la de una casa y dista mucho de las modernas instalaciones, recién reformadas, del número 2, en el Casco. En el vestíbulo de entrada se sitúan una especie de taquillas en las que los funcionarios solo guardan la comida, porque apenas cabe nada más. Alrededor de este distribuidor se sitúan el resto de las dependencias: una sala sirve de centro de comunicaciones, donde hay un ordenador y un teléfono; el cuarto de estar tiene una mesa en medio, tres sofás alrededor y una televisión; la cocina dispone solo de una mesa pequeña en la que apenas caben dos personas; y los baños son mixtos.
Con la ropa de los incendiosLos hombres disponen de dos duchas, sin calefacción, y las mujeres de una, con una pequeña estufa adherida a la pared. La temperatura en el parque es prácticamente la misma que en la calle, ya que no existe ningún sistema de climatización. Los bomberos no se quitan el abrigo prácticamente en todo el invierno. Además, tampoco se pueden cambiar de ropa después de un incendio porque no tienen unas taquillas suficientemente grandes como para guardar prendas de repuesto.
Foto: Maite Fernandez

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