martes, 8 de noviembre de 2011

El miedo a la "ratonera"

Foto: Carlos Muñoz
Enrique Gonzalo se levantó sobre las seis de la mañana del domingo para ir al servicio, y al pasar por la cocina, descubrió que la ventana era un muro de llamas. Sin perder la calma, avisó a los bomberos y a la Policía Local. "Cuando los oí llegar, ya me quedé tranquilo", confesaba. Estaba sereno, en parte porque no era la primera vez que le ocurría. Tanto él como su mujer, Bibiana Almuzara, ya han tenido que cambiar los cristales por culpa del fuego de los contenedores.

Quizá por eso, lo llevan con resignación. "Será como la otra vez, vendrá el perito de nuestro seguro y nos lo cambiarán", detallaban. Lo que les preocupa es el futuro. "Si en vez de soplar el viento hacia el otro lado llega a venir hacia la casa... Esto es una ratonera, los contenedores están justo en la puerta, no podríamos salir", explicaban.
En la calle, Héctor La Forga y su madre, Maribel, examinaban los restos de su coche calcinado intentando "sacar algo aprovechable". A ellos les avisó un familiar a mediodía del domingo, porque sus ventanas no dan a la calle del incendio. En la zona están acostumbrados al jaleo nocturno, ya que según varios vecinos hay un pub cercano donde los jóvenes se reúnen hasta altas horas.
Héctor trataba de forzar el maletero con un hierro, para extraer herramientas. "Es metal, supongo que no se habrá quemado", contaba. Al final, pudo sacarlas a través del hueco del faro. "Estamos consultando si presentando la demanda entre varios vecinos sacamos algo del Consorcio de Compensación de seguros, pero no sabemos", contaba su madre. Por el momento, se han quedado sin coche, aunque afortunadamente tienen otro. La lástima es que hace apenas un año le quitaron el seguro a todo riesgo "para ponérselo al nuevo".

Entre el resto de los coches hay de todo, desde una joven que descubrió el lunes que su herramienta de trabajo se había vuelto carbón, hasta un hombre que llegó de Barcelona a una boda, y no pudo volver en coche.

Uno de los casos más dramaticos es el de María Pilar Pastor. Con su coche se quemó la silla de ruedas de su hija minusválida --"tiene casi 18 años y pesa 24 kilos", explicaba--, y está teniendo problemas para que la Seguridad Social le dé otra. "De momento la lleva un amigo, menos mal que tenía una silla vieja en casa", contaba. Aún así, se lo toma con humor. Primero, por la "sorpresa" de descubrir que el coche estaba asegurado contra incendios. "Y qué curioso, las barras de pan no se han quemado", explicaba, señalándolas.




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