lunes, 27 de febrero de 2012

Un robinsón aragonés

Foto: Bomberos de Zaragoza trabajando en el autobús bajo el Puente de Piedra.
Diciembre, año 1971
CARLOS LARROY. El Periódico de Aragón.
Sintetizar la vida de cualquier persona en unas líneas es una tarea irrealizable. Pero la labor se complica si la biografía en cuestión es la de todo un robinsón aragonés, cuya vida podría contarse por fascículos. Es el caso de Luis Zapatero Vicente, fundador de la sección de buceadores del Cuerpo de Bomberos de Zaragoza y su instructor jefe hasta su jubilación.

Fue el primer español en ser árbitro internacional de judo, cinturón negro y dueño del ya desaparecido club Judokwai, en el paseo de la Constitución. Aprendió de muy joven el arte del paracaidismo y en su haber cosecha 986 saltos. Ha estado, según sus cálculos, en al menos 64 países. E incluso recuerda que tuvo viviendo a una leona en su casa un año y medio. "En todas las cosas extrañas que ocurrían, ahí estaba Luis Zapatero", ironiza.

Hoy, a sus 74 años, "algo cascado por tanto trote", mantiene el buen humor que según sus amigos siempre le ha caracterizado. Dice ser un escéptico convencido y nunca le han gustado los reconocimientos. Pero aunque le guste restarse importancia, sus compañeros le atribuyen haber sido, cuanto menos, la persona que marcó un antes y un después en el Cuerpo de Bomberos de Zaragoza. De hecho, cuando fundó la sección de buceadores en 1967 era la primera que existía en el interior de España, lo que provocó que fueran reclamados en casos de emergencia por toda España.

Experiencia
Sus 36 años trabajando como buceador le ha dado para participar en los rescates de los dramas más graves que ha vivido Aragón. En 1971 ayudó a sacar a los supervivientes de la caída del autobús desde el Puente de Piedra al Pozo de San Lázaro y también participó en la extracción del vehículo siniestrado en 1981. Colaboró en la recuperación de los cadáveres de la catástrofe del camping de Biescas. "Fue horrible, la riada les revolcó de tal manera que los encontrabas sin ropa. El agua se lo llevó todo a su paso", explica. También recuperó los cuerpos de tres mineros en Escucha.
Con los años aprendió a soportar la tragedia. "Nunca hay que mirar la cara de un cadáver, si no, ese rostro te persigue toda la vida. Que te vuelva a la mente esa imagen es algo muy doloroso". El rescate que más le marcó fue el de un hombre, fallecido por el derrumbe de un muro del embalse de mequinenza en 1971. Mientras buceaba, "la gente no paraba de tirar piedras --protestaban contra la construcción del embalse--. Fue todo muy extraño, por la forma de morir, por el ambiente tan enrarecido-", recuerda.

Cuando se le pregunta por todas sus hazañas y aventuras, responde con un simple "estaba loco". Un loco ilustrado, eso sí: Ha escrito 7 libros a plumilla (uno de ellos se lo firmó el Rey Juan Carlos) e investigado en el mismísimo diccionario de Nebrija.
La historia de Zapatero guarda una última curiosidad, su pasión por la cetrería. Desde que conoció a Félix Rodríguez de la Fuente en una conferencia en Huesca, descubrió la pasión esta disciplina, y llegó a tener un águila que le "peinaba el bigote" con el pico.

Cuando se enteró de la muerte del naturalista, decidió con unos amigos rendirle tributo colocando un placa en el lago Leopoldo de Venezuela, donde "ni los indios se acercan". Lo intentó en 1982, 1983 y 1987, hasta que lograron llegar. La placa reza: A Félix Rodríguez de la Fuente. La Naturaleza no olvida tu nombre. Tampoco olvidará a Luis Zapatero.

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