Heraldo de Aragón. J.M. Pérez Bernad
El fiscal pide tres años para el inductor de un incendio en Residencial Paraíso, un empresario que quería cobrar el seguro El autor está en paradero desconocido.
Justo nueve años después de los hechos, la Audiencia de Zaragoza ha señalado para el próximo mes de diciembre el juicio contra el presunto inductor del incendio que afectó a Residencial Paraiso el 10 de agosto de 1999. El ministerio fiscal pide tres años de prisión para el expropietario del pub El Duende, quien supuestamente ideó la trama para cobrar la póliza de seguros.
El incendio, que afectó de distinta manera a dos viviendas, nueve comercios, una comunidad de vecinos y al garaje, donde quedaron dos coches calcinados, provocó una gran conmoción porque ya llovía sobre mojado --once incendios provocados en el verano anterior-- y porque se produjo a una hora, las cuatro de la madrugada, en la que la mayoría de los vecinos dormía y pudo provocar una gran tragedia si se hubiera tardado en detectarse las llamas.
Según se explica en el escrito de acusación, el pub El Duende se había abierto en el mes de mayo anterior a los hechos. Su propietario, Alfredo C. M., que apenas tenía capitalizado el negocio, se vio abocado pronto a las deudas. El establecimiento no atraía clientela y las ganancias no llegaban para pagar el alquiler mensual del local, más de 100.000 de pesetas. El pub abría al final únicamente los fines de semana y en agosto quedó cerrado definitivamente al público.
Siempre según el fiscal, Alfredo C. se confabuló con su cuñado, Óscar E. P., para provocar un incendio y cobrar las póliza de seguros que el primero había contratado con Mapfre, diez millones de pesetas por el bar (60.101 euros) y seis por el contenido (36.060). Para buscar una coartada, el empresario se marchó de vacaciones a Tarragona un día antes. Pero la actuación de su cómplice fue una auténtica chapuza, además de poner en peligro a la comunidad de vecinos.
Óscar E. se fue a quemar El Duende en su propia motocicleta, que estacionó en el garaje del edificio. Posteriormente, accedió al pub y roció el suelo con gasolina para prenderle fuego a continuación, con tan mala práctica que él mismo sufrió varias quemaduras. Eran las cuatro de la madrugada y el incendiario fue visto cuando huía por el vigilante de seguridad, que más tarde le identificó.
Las llamas se extendieron con rapidez y afectaron a varios establecimientos, llegando a alguna dependencia del garaje, donde ardieron dos vehículos. Los bomberos, que actuaron con rapidez alertados por el vigilante, evacuaron a los vecinos de cuatro inmuebles. Pese a que desplazaron seis camiones cisterna, aún tardaron tres horas en extinguir las llamas.
Este incendio dejó desmoralizados a los vecinos. Un año antes, en el verano anterior, ya habían soportado once incendios. La Policía llegó a detener a un joven de 19 años como principal sospechoso, pero el presunto pirómano se encontraba fuera de Zaragoza cuando se produjeron los tres últimos incendios. El caso acabó archivado por falta de autor conocido. Se temió que las responsabilidades del nuevo incendio también acabaran sobreseídas. Incluso hubo dos comerciantes afectados que no llegaron a presentar denuncia. Pero, en esta ocasión, el presunto autor había dejado demasiadas pistas. No solo se comprobó que el fuego había sido provocado desde el primer momento por los restos de combustible, sino que la coartada era demasiado burda y la maquinación, la de la póliza, demasiado infantil.
Pronto, pese a estar en Tarragona cuando ocurrieron los hechos, Alfredo C. fue el principal sospechoso después de estudiar sus cuentas. La identificación de su cuñado, que desapareció, acabó por resolver el caso. Ahora, además de la petición fiscal por el incendio, las acusaciones particulares de la compañía de seguros y de los afectados, elevan sus peticiones --en algunos casos hasta seis años-- y le imputan también por estafa y por imprudencia grave.
El incendio, que afectó de distinta manera a dos viviendas, nueve comercios, una comunidad de vecinos y al garaje, donde quedaron dos coches calcinados, provocó una gran conmoción porque ya llovía sobre mojado --once incendios provocados en el verano anterior-- y porque se produjo a una hora, las cuatro de la madrugada, en la que la mayoría de los vecinos dormía y pudo provocar una gran tragedia si se hubiera tardado en detectarse las llamas.
Según se explica en el escrito de acusación, el pub El Duende se había abierto en el mes de mayo anterior a los hechos. Su propietario, Alfredo C. M., que apenas tenía capitalizado el negocio, se vio abocado pronto a las deudas. El establecimiento no atraía clientela y las ganancias no llegaban para pagar el alquiler mensual del local, más de 100.000 de pesetas. El pub abría al final únicamente los fines de semana y en agosto quedó cerrado definitivamente al público.
Siempre según el fiscal, Alfredo C. se confabuló con su cuñado, Óscar E. P., para provocar un incendio y cobrar las póliza de seguros que el primero había contratado con Mapfre, diez millones de pesetas por el bar (60.101 euros) y seis por el contenido (36.060). Para buscar una coartada, el empresario se marchó de vacaciones a Tarragona un día antes. Pero la actuación de su cómplice fue una auténtica chapuza, además de poner en peligro a la comunidad de vecinos.
Óscar E. se fue a quemar El Duende en su propia motocicleta, que estacionó en el garaje del edificio. Posteriormente, accedió al pub y roció el suelo con gasolina para prenderle fuego a continuación, con tan mala práctica que él mismo sufrió varias quemaduras. Eran las cuatro de la madrugada y el incendiario fue visto cuando huía por el vigilante de seguridad, que más tarde le identificó.
Las llamas se extendieron con rapidez y afectaron a varios establecimientos, llegando a alguna dependencia del garaje, donde ardieron dos vehículos. Los bomberos, que actuaron con rapidez alertados por el vigilante, evacuaron a los vecinos de cuatro inmuebles. Pese a que desplazaron seis camiones cisterna, aún tardaron tres horas en extinguir las llamas.
Este incendio dejó desmoralizados a los vecinos. Un año antes, en el verano anterior, ya habían soportado once incendios. La Policía llegó a detener a un joven de 19 años como principal sospechoso, pero el presunto pirómano se encontraba fuera de Zaragoza cuando se produjeron los tres últimos incendios. El caso acabó archivado por falta de autor conocido. Se temió que las responsabilidades del nuevo incendio también acabaran sobreseídas. Incluso hubo dos comerciantes afectados que no llegaron a presentar denuncia. Pero, en esta ocasión, el presunto autor había dejado demasiadas pistas. No solo se comprobó que el fuego había sido provocado desde el primer momento por los restos de combustible, sino que la coartada era demasiado burda y la maquinación, la de la póliza, demasiado infantil.
Pronto, pese a estar en Tarragona cuando ocurrieron los hechos, Alfredo C. fue el principal sospechoso después de estudiar sus cuentas. La identificación de su cuñado, que desapareció, acabó por resolver el caso. Ahora, además de la petición fiscal por el incendio, las acusaciones particulares de la compañía de seguros y de los afectados, elevan sus peticiones --en algunos casos hasta seis años-- y le imputan también por estafa y por imprudencia grave.
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